Cuando volví a cargar un rollo de 35mm en la Nikon EM de papá, cámara que había estado abandonada en su estuche largo tiempo, pensé que era sólo para hacer un pequeño experimento. Quería hacer la experiencia de revelar un rollo, ampliar mis propias fotos estaba fuera de programa. Así, las primeras tomas analógicas en blanco y negro que saqué en mi vida las revelé con la ayuda de Andrés (amigo que me prestó las herramientas, los químicos y las explicaciones). En ese momento Daniela (la persona que terminó aguantando la periódica transformación del baño de casa en cuarto oscuro) ya se había dado cuenta de que iba a ser más que un simple experimento.

No había pasado mucho tiempo desde mi primeras pruebas en la casa de Andrés cuando fui a comprar mi bolsa oscura, mi tanque Paterson y los químicos para revelado blanco y negro. Y como yo soy infinitamente curioso, al poco tiempo volví a lo de Andrés, pero esta vez para ampliar, pasando algún que otro negativo a papel. Probé un montón de películas distintas. Y cuando quise probar la película de formato medio construí una cámara estenopeica de cartulina (sí, también en parte fue culpa de Andrés). Y mientras avanzaba con algún modelo de cartón me di cuenta de que también podía usar ese material para armar una ampliadora.
Durante esos días en los que me dedicaba a cortar piezas de cartón gris que luego darían forma al cabezal de esa ampliadora (con su portalámparas, su cajón para filtros de contraste y su soporte para lentes) llegó a mis manos un iPhone 5s, uno que no funcionaba. Lo desarmé para saber cómo era pero también, como quien no quiere la cosa, me guardé el lente de la cámara trasera (un lente de 4.2mm f2.2). Lo primero que se me ocurrió fue probarlo en las cámaras estenopeicas que tenía, pero ninguna había sido diseñada teniendo en cuenta sus características ópticas. La idea que vino después, obviamente, fue adaptarlo a la ampliadora.

En este sentido la óptica no tiene ningún misterio, si la luz cuando pasa de afuera para adentro se concentra en un sensor de unos pocos milímetros cuadrados, cuando pasa de adentro para afuera amplía esa pequeña superficie. Comprobé que era posible hacer foco proyectando una foto en la pared (en realidad sólo parte de una foto). Más adelante monté el lente en un tubo de cartón para poder ajustar el foco con mayor comodidad. La ampliadora de cartón montada en el trípode con el lente de un celular resultó una experiencia totalmente distinta. Así nacieron las fotosinécdoques. Fotos que salen de partes de otras fotos. Ampliaciones en las que, por ser tan exageradas, el grano de la película es el verdadero protagonista.
